Para introducir estas dos obras «Fiestas» y «La resaca», nada mejor que las palabras del mismo Juan Goytisolo en el prólogo del primer volumen de sus Obras Completas:
Página 40…»Escribí «La resaca» en Francia a lo largo de 1957. Mi radicalización política –el propósito de denunciar la situación de abandono y miseria de los inmigrantes oriundos de Andalucía, Murcia y Extremadura hacinados en el cinturón de chabolas que rodeaba entonces a Barcelona- se transparenta a lo largo de sus páginas. Sabía que su publicación sería imposible en España y, desembarazado de toda preocupación referente a la censura, la compuse con el entusiasmo de un manumiso que estrena su libertad”
“Si las correrías por el puerto y la Barceloneta habían alimentado la trama narrativa de Fiestas, el espacio en el que se enmarca «La resaca» abarca los antiguos merenderos de aquella y su extensión, en tramos separados por huertecillos y fábricas hasta su siniestro Campo de la Bota de los fusilamientos de la posguerra y la desembocadura del Besós. Quienes deambulan hoy por el Paseo Marítimo y contemplan el bullicio de sus palayas camino del Puerto Olímpico, no pueden imaginar siquiera el panorama tercermundista de centenares y centenares de barracas construidas a la buena de Dios, con chapa, latón y pizarra, en las que malvivían al borde del mar, como en la actual franja de Gaza, la población gitana y los “nuevos catalanes”, llamados entonces, con un matiz despreciativo, murcianos o charnegos
La resaca es un buen ejemplo del llamado realismo social que se impuso durante una década en la narrativa española del interior (López Pacheco, Grosso, Ferres, López Salinas) incluso del exilio (Corrales Egea). Sin negar los méritos de sus novelas, el peso de la ideología subyacente en las mismas las reviste de unos valores circunstanciales, ajenos a los de la literatura propiamente dicha, en cuanto portadoras de un mensaje.»
Y en la página 46… sigue «La ruptura que siempre he proclamado entre lo que compuse con anterioridad a Don Julián –o para ser más preciso a las páginas finales de Señas de identidad- me parece ahora menos evidente. Mi disidencia política, ética y social con la sociedad reglamentada por el franquismo y la doctrina nocional católica que la encuadraba fueron un primer paso en el camino que me conduciría más tarde a poner en tela de juicio los mitos en los que se fundaban. Como comprendería luego, el régimen impuesto por las armas tras la derrota republicana en la Guerra Civil de 1936-39 era la prolongación histórica de un sistema represivo secular creado por la conjunción de la monarquía absoluta de Hausburgos y Borbones y el dogmatismo jurídico-religioso de la Inquisición.
Nada que comentar a las intenciones del autor y corroborar que cumple con creces lo que se propone. Son dos novelas impresionantes, sobre todo la segunda. Destacar como él mismo ha dicho: con ojos de niño, Antonio, con ganas de huir su amigo Metralla y el mismo niño…, tal era el ambiente, miseria, bajeza moral y marginalidad de los que vivían a las afueras de la Barcelona industrial de mitades de siglo XX, mientras se oyen de lejos las fiestas y celebraciones político-religiosas de la dictadura franquista.
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