Ya desde el primer capítulo «Las pieles bajo la piel», empieza el autor de «Pelndo la cebolla«, a contrastar al Gunter Grass de más de 70 años, cuando escribe el libro, con el niño que fue: son recuerdos vividos con la memoria del casi anciano del 2.000, y la experiencia vivida tras tantos años. Los hechos…«Todavía durante los últimos años de la época del Estado Libre -yo tenía diez años- el muchacho que llevaba mi nombre se hizo realmente voluntario de la Jungvolk, una organización que preparaba para las Juventudes Hitlerianas. Nos llamaban «Pimpfe» (pedorrines) y también «Wölflinge (cachorros). Como regalo de navidad me pedí el uniforme, con gorra, pañuelo de cuello, cinturón y correaje.»
(Dejo para otra ocasión apuntes histórico-geográficos sobre la situación de Danzig/Gdansk, ciudad del Estado Libre en territorio polaco que con carácter autónomo existió entre 1920 y 1939).
Y añadiendo sus explicaciones, entre otras en el segundo capítulo «Lo que se encapsuló», cuando tenía 13 años y estaba en el instituto…«Ciego a la injusticia que se hacía cotidiana en el entorno de la ciudad…, a sólo dos pueblos de distancia de la granja escolar del Conradinum… iba creciendo y creciendo el campo de concentración de Studhof -, sólo me indignaban los crímenes del poder clerical y las torturas de la Inquisición…, mi odio se dirigía hacia Gregorio IX y otros papas. En el interior de la Prusia occidental se expulsaba de sus granjas a los campesinos polacos, con mujer e hijos; yo seguía siendo vasallo de Federico II…»
Hace referencia a su ascendencia materna «cachuba», recordando a su abuela que quedó insertada en varias de sus novelas como «La ratesa», «Wilhelm Gustloff» o «A paso de cangrejo». («Cachubia«).
Llegando en este capítulo a reconocerse joven… «Sin embargo, yo mismo puedo encargarme de incriminar, clasificar y marcar. Al fin y al cabo fue de las Juventudes Hitlerianas y joven nazi. Creyente hasta el fin. No precisamente con fanatismo al principio, pero sí, con mirada inconmovible, como un reflejo, en la bandera, de la que se decía que era «más que la muerte», permanecí en filas, experto en llevar el paso. Ninguna duda afectaba a mi fe, no hay nada subversivo, por ejemplo la distribución clandestina de octavillas, que pueda disculparme. Ningún chiste sobre Göring me hacía sospechoso. Más bien veía a la Patria amenazada, al estar rodeada de enemigos.»
«El tiempo se va depositando capa a capa. Lo que cubre se distingue a lo sumo por alguna grieta. Y a través de una de esas rendijas del tiempo, que puede ensancharse con esfuerzo, me veo y lo veo a la vez. / Yo, ya metido en años, ´él, desvergonzadamente joven; él, leyendo, comienza a invertir en futuro, yo recupero el pasado; mis cuitas no son las suyas; lo que no quiere ser vergonzoso para él, es decir, no lo oprime como vergüenza, tengo que sudarlo yo, que estoy más que emparentado con él. Entre las dos hojas y hojas de tiempo consumido.«
De esta manera, va extendiéndose en recordar y valorar su espacio familiar, su madre y demás antepasados, los distintos colegios con compañeros y sobre todo profesores, llegando incluso a sus primeros amores. Siempre mostrando las presencia de sus experiencias con los nombres, lugares y argumentos, en sus libros. Añadir a los ya señalados «El tambor de hojalata» y «Años de perro».