Partiendo de la entrevista de El Confidencial, ya aludida, a la pregunta de si “el Estado sirve para mantener la paz en las sociedades, usted cree que también es el origen de las guerras, al menos de las más organizadas”.
La autora responde: “Las unidades políticas más grandes logran imponer la paz en su interior, pero también disponen de más recursos, de una capacidad de movilización mayor. Con frecuencia, empiezan a desarrollar una clase social de guerreros especializados en la lucha y así pueden expandir su poder gracias a la guerra y, muchas veces, mantenerlo gracias a ella”.
Traigo esto a colación porque igual que la autora habla en generalizaciones como la anteriormente expuesta, aunque no profundiza en razones geopolíticas de los Estados…, también aporta datos, hechos, lugares y personas concretas. He aquí las razonas que supone en el ciudadano ordinario, potencial soldado como militar de carrera, mercenario, aventurero o resistente…: ”Las razones individuales por las que cada persona lucha, con o sin valentía, entran aproximadamente en las mismas categorías que la de los grupos, incluyendo las naciones: por un beneficio, para defenderse o por ideas o sentimientos…, por no tener elección, para proteger a sus seres queridos o a su país, por sentido del honor, por miedo a sus oficiales, para conseguir la aprobación de aquellos a quienes se respeta, para impresionar, para ponerse a prueba, para violar y saquear, por la gloria, por una causa, por sus camaradas, para salir adelante”.
Así queda clara, su visión antropológica y de historiadora, su especialidad; a veces también aporta otra de carácter político general: ahora los Estados, más los que han sido auténticos imperios, además de disponer de enormes artilugios, máquinas… armamento letal, también disponen de organización, enorme nómina de personal militar, oficinas de investigación, de espionaje…, hasta de diseño o simulación de sus hipotéticas guerras: enemigos potenciales, tácticas preventivas y de ejecución así como preparación de la ciudadanía a favor de la guerra que en algunos casos se dispone a ejecutar; y por descontado a preveer las consecuencias más beneficiosas para el propio país y su situación de gobernantes que para el resto del mundo y sobre todo los lugares en que aquella se desarrolle.